#1.1 ¿De dónde crees? es el nombre del video. La temática:
los juarenses. O más bien, la reacción de los juarenses que viven en el DF al
hablárseles sobre la situación de Juárez. Es decir, la situación de violencia,
sobre todo las muertas.
El video es
gracioso y lo que plantea el video es cierto: A los que vienen de Juárez les
molesta hasta la náusea que los que no vienen de Juárez les pregunten sobre las
muertas, el narco, la violencia, o se hable de
la ciudad como si fuese Sodoma o Gomorra versión mexicana y norteña. Y,
sin embargo, es algo que pasa. Cual sombra o fantasma, el estigma de Ciudad Juárez
y todo lo que conlleva persigue a los que vienen de Juárez adonde quiera que
vayamos, como a mí en la costa de Huatulco, en Oaxaca, en las pasadas
vacaciones.
Quise ir a
surfear y renté una tabla. En la orilla de la playa platicaba con un par de
salvavidas, más o menos de mi edad,
sobre las olas y la marea. Se llamaban Édgar y Martín y eran buena onda. ¿De
dónde eran? De ahí, de la costa. ¿Siempre habían vivido ahí? Sí, siempre. ¿De
dónde venía yo? De Juárez.
Silencio.
Enseguida
comenzaron a preguntarme sobre la violencia y el crimen y las mujeres y si
había visto algo fuerte o feo o intenso o memorable, digno de contar.
Ya se
estaban tardando, pensé.
Es obvio
que hasta duele.
Para el que
es de afuera, para el no-juarense, la situación de la ciudad es un tema
intrigante cuando no espeluznante, sobre el cual se puede hablar con los
juarenses fácil, a gusto, de manera tranquila, tomándose un café, compartiendo
una comida, viendo la marea alta antes de irse a surfear. A los no-juarenses se
les hace muy fácil sacar el tema a conversación y opinar y lamentarse por la
decadencia innegable de una ciudad en llamas y que no tiene salvación, mientras
que los juarenses los escuchan atentos, serios, con caras de palo, seguramente
mentando madres por dentro.
Habría que
ser justos. Hasta cierto punto la reacción de los no-juarenses es comprensible.
El morbo que despierta Juárez no sólo en México sino en el mundo es natural, porque los seres humanos somos
así y siempre hemos sido así: morbosos por naturaleza. Además, Juárez es un
tema dolorosamente reciente. ¿Cuántas historias y reportajes y artículos no se
llegaron a producir diariamente sobre la ciudad? ¿Cuántas veces Ciudad Juárez no
fue el centro de atención no sólo de México sino del mundo debido a todo lo que
aquí sucede? Que no sorprenda el impacto que tiene las puras anécdotas de la
ciudad que se dan a conocer en el resto del mundo.
Pero nada
de esto no importa.
Para un
juarense, no.
Si tú eres
un no-juarense y te encuentras a un juarense y quieres tocar el tema de Juárez,
sobre todo el de las muertas, mejor ni lo hagas: ni de chiste o jugando te lo
van a aceptar. Yo quizá lo haría – pero por educación. A la mayoría de los
juarenses no les gusta hablar de tal cosa.
¿Por qué?
El tema de
las Muertas es tema delicado, que no se puede traer a conversación tan a la
ligera. Es, quizá – me atrevo a compararlo – como si alguien fuese a hablarle a
un veterano de la Guerra de Iraq sobre los horrores del campo de batalla, o
como si yo fuera directamente a preguntarle a alguien que sufrió un abuso
sexual sobre su experiencia: “oye, qué mala onda todo eso de la guerra y de los
abusos sexuales, tanto dolor, tanta perversidad, no está suave, qué gacho”.
Pues no.
De igual
manejara, los juarenses no aceptan que se maneje un tema tan tristemente
doloroso como las Muertas con la juguetona frivolidad de una conversación de
comida o de cena o de antro.
Sin
embargo, entre juarenses las cosas cambian. Y es a los que vienen de Juárez que
dirijo este artículo.
Las muertas
de Juárez es un tema que se tiene que poner en la mesa. Es una realidad
innegable, atroz, tétrica y dolorosa, y que sin embargo los mismos juarenses no
queremos ver. Al parecer somos lo que una amiga hace poco me dijo al respecto:
Una ciudad sin memoria. Una ciudad egoísta, indiferente a algo tan terrible que
hasta ofende. Ahora, yo ignoro lo que los demás juarenses – y sobre todo las
mujeres – piensan sobre las Muertas. Ignoro si los demás juarenses no recuerdan
a las muertes porque no tienen memoria o porque no quieren tener memoria o
porque tienen tanta memoria que ya no saben dónde ponerlas. Ignoro si la
postura de la sociedad juarense respecto a las muertas es algo que se puede clasificar
como buena o mala, como correcta o incorrecta, y que por ende se puede
rectificar, corregir. Lo ignoro.
Hace poco
leí un artículo académico sobre Pálido
Caballo, Pálido Jinete, un libro de la escritora Katherine Anne Porter,
publicado en 1939. Pálido Caballo, Pálido Jinete es un libro que trata sobre el
brote de influenza en Estados Unidos en 1918. La novela comienza de la
siguiente manera: Miranda tiene una pesadilla, en la cual se ve a sí misma en
cabalgata alejándose del jinete, la muerte (en este caso en forma de
influenza), quien hasta el momento ha matado al abuelo de Miranda, a su primo y
un par de mascotas. En general, el libro trata sobre el romance entre Miranda,
una reportera de Denver, y Adam Barclay, un joven soldado, quien muere a causa
de la influenza. Pálido Caballo, Pálido
Jinete es un libro basado en las experiencias personales de Katherine Anne
Porter como sobreviviente del brote de influenza, que, según Davis, es muy
importante, ya que antes de la amenaza de un nuevo brote en 2009, la pandemia
de influenza de 1918 había desparecido de la memoria cultural. Esta pandemia
fue, según Davis, la mayor catástrofe en cuestión de salud pública en la
historia moderna – el más letal asesino en la época moderna. Según Davis, la
pandemia de influenza de 1918 provocó más muertes que cualquier otra
enfermedad, incluyendo la tuberculosas,
la viruela y la peste bubónica. Infectó a más del cuarenta por ciento de
americanos y mató cerca de 670 mil personas. Y sin embargo todo este horror y
muerte no se recuerdan en absoluto, casi como si nunca hubiesen sucedido. Sólo
se recordaban las muertes de la Primera Guerra Mundial. Pálido Caballo, Pálido Jinete es una importante referencia sobre un episodio de la historia americana que nadie recuerda.
Algo así es
el caso de Juárez con las muertas.
¿Por qué?
En su
artículo Davis propone la idea del trauma. Según Cathy Caruth (quien también es
mencionada en el artículo de Davis) es una “herida en la mente” que pasa demasiado rápido para ser completamente
comprendida. Ahora, cuando un suceso masivo afecta a un gran sector de la
población, como una guerra o una pandemia, la sociedad genera un trauma social.
Según Davis, si un individuo experimenta un trauma, es más fácil tratar ese
único trauma al hablar sobre él. A través de la conversación con gente con
empatía, es más fácil llegar a lo que en griego se conoce como catarsis, un
proceso de purificación de emociones, en el cual se liberan sentimientos
negativos y perniciosos que se generan a causa de un trauma. Sin embargo, según
Davis, cuando todo mundo sufre una experiencia traumática que necesite ser
compartida y sanada, la liberación es mucha – tanta que no es viable.
¿Nuestro
caso es quizá es parecido?
Que no quepa
duda: Las Muertas están ahí, las cruces están ahí, las tumbas están ahí, los
testimonios están ahí, las familias están ahí, y, como el cuervo del poema de
Edgar Allan Poe, todo este dolor nunca se irá. Las Muertas desde sus tumbas
claman por justicia, por sosiego. Pero quizá somos nosotros, los
sobrevivientes, los vivos, la sociedad que aún respira y camina y piensa y
siente, somos los que necesitamos la ayuda de manera más inmediata y así poder
ayudar a quienes no conocieron justicia en su vida. Quizá estemos traumatizados
y tantas mujeres, tantas violaciones, tanto llanto, tanto dolor, fue como una
espada que nos dejó con una herida en la mente, en la memoria colectiva. Quizá,
como sugiera Davis, necesitemos una especie de catarsis para que aquellas
muertes no sigan sin esclarecer. Quizá necesitemos escuchar aquello que hemos
ignorado por dolor todo este tiempo. Quizá ya sea hora de desenterrar a
nuestras mujeres para escuchar aquello que tengan que decirnos antes de
regresar al descanso de la muerte.
Davis, en
su artículo, dice sobre la pandemia de influenza en EU, que si ésta se fuese a
recordar, sería en casos individuales y a través de historias personales e íntimas
compartidas en familia. Agrega: la narrativa sirve como un medio de
recuperación, permitiendo a los sobrevivientes recuperar su identidad y
permitiendo a los oyentes experimentar el trauma con empatía. Pálido Caballo, Pálido Jinete comunica
el trauma de la enfermedad al lector. En un trabajo literario, a diferencia de
un libro de texto, el lector puede experimentar una parte de la experiencia
traumática, con el fin de sanar. Quizá ése pueda ser un muy buen primer paso. ¿Un
libro literario sobre las muertas de Juárez? No hay que ir más lejos. 2666 es
una novela de Roberto Bolaño, publicada en 2004, que trata precisamente sobre
las muertas de Juárez y, a la par, sobre el por qué de las muertas de Juárez.
Una novela con consciencia social y humana que es, además, una obra maestra de
la literatura norteamericana a pesar de su juventud. Una novela esencial.
Davis, David. “The Forgotten Apocalypse: Katherine Anne
Porter's
"Pale Horse, Pale Rider," Traumatic Memory,
and the Influenza Pandemic of 1918.”
Southern Literary Journal
2.43 (2011): 55-74. Web. 15 enero del 2014.
"Pale Horse, Pale Rider," Traumatic Memory,
and the Influenza Pandemic of 1918.”
Southern Literary Journal
2.43 (2011): 55-74. Web. 15 enero del 2014.