miércoles, 15 de enero de 2014

¿De dónde eres?: Juárez, Las Muertas y el Trauma Social

#1.1 ¿De dónde crees? es el nombre del video. La temática: los juarenses. O más bien, la reacción de los juarenses que viven en el DF al hablárseles sobre la situación de Juárez. Es decir, la situación de violencia, sobre todo las muertas.

El video es gracioso y lo que plantea el video es cierto: A los que vienen de Juárez les molesta hasta la náusea que los que no vienen de Juárez les pregunten sobre las muertas, el narco, la violencia, o se hable de  la ciudad como si fuese Sodoma o Gomorra versión mexicana y norteña. Y, sin embargo, es algo que pasa. Cual sombra o fantasma, el estigma de Ciudad Juárez y todo lo que conlleva persigue a los que vienen de Juárez adonde quiera que vayamos, como a mí en la costa de Huatulco, en Oaxaca, en las pasadas vacaciones.

Quise ir a surfear y renté una tabla. En la orilla de la playa platicaba con un par de salvavidas,  más o menos de mi edad, sobre las olas y la marea. Se llamaban Édgar y Martín y eran buena onda. ¿De dónde eran? De ahí, de la costa. ¿Siempre habían vivido ahí? Sí, siempre. ¿De dónde venía yo? De Juárez.

Silencio.

Enseguida comenzaron a preguntarme sobre la violencia y el crimen y las mujeres y si había visto algo fuerte o feo o intenso o memorable, digno de contar.

Ya se estaban tardando, pensé.

Es obvio que hasta duele.
Para el que es de afuera, para el no-juarense, la situación de la ciudad es un tema intrigante cuando no espeluznante, sobre el cual se puede hablar con los juarenses fácil, a gusto, de manera tranquila, tomándose un café, compartiendo una comida, viendo la marea alta antes de irse a surfear. A los no-juarenses se les hace muy fácil sacar el tema a conversación y opinar y lamentarse por la decadencia innegable de una ciudad en llamas y que no tiene salvación, mientras que los juarenses los escuchan atentos, serios, con caras de palo, seguramente mentando madres por dentro.

Habría que ser justos. Hasta cierto punto la reacción de los no-juarenses es comprensible. El morbo que despierta Juárez no sólo en México sino en el mundo  es natural, porque los seres humanos somos así y siempre hemos sido así: morbosos por naturaleza. Además, Juárez es un tema dolorosamente reciente. ¿Cuántas historias y reportajes y artículos no se llegaron a producir diariamente sobre la ciudad? ¿Cuántas veces Ciudad Juárez no fue el centro de atención no sólo de México sino del mundo debido a todo lo que aquí sucede? Que no sorprenda el impacto que tiene las puras anécdotas de la ciudad que se dan a conocer en el resto del mundo.

Pero nada de esto no importa.

Para un juarense, no.

Si tú eres un no-juarense y te encuentras a un juarense y quieres tocar el tema de Juárez, sobre todo el de las muertas, mejor ni lo hagas: ni de chiste o jugando te lo van a aceptar. Yo quizá lo haría – pero por educación. A la mayoría de los juarenses no les gusta hablar de tal cosa.

¿Por qué?

El tema de las Muertas es tema delicado, que no se puede traer a conversación tan a la ligera. Es, quizá – me atrevo a compararlo – como si alguien fuese a hablarle a un veterano de la Guerra de Iraq sobre los horrores del campo de batalla, o como si yo fuera directamente a preguntarle a alguien que sufrió un abuso sexual sobre su experiencia: “oye, qué mala onda todo eso de la guerra y de los abusos sexuales, tanto dolor, tanta perversidad, no está suave, qué gacho”.

Pues no.

De igual manejara, los juarenses no aceptan que se maneje un tema tan tristemente doloroso como las Muertas con la juguetona frivolidad de una conversación de comida o de cena o de antro.

Sin embargo, entre juarenses las cosas cambian. Y es a los que vienen de Juárez que dirijo este artículo.

Las muertas de Juárez es un tema que se tiene que poner en la mesa. Es una realidad innegable, atroz, tétrica y dolorosa, y que sin embargo los mismos juarenses no queremos ver. Al parecer somos lo que una amiga hace poco me dijo al respecto: Una ciudad sin memoria. Una ciudad egoísta, indiferente a algo tan terrible que hasta ofende. Ahora, yo ignoro lo que los demás juarenses – y sobre todo las mujeres – piensan sobre las Muertas. Ignoro si los demás juarenses no recuerdan a las muertes porque no tienen memoria o porque no quieren tener memoria o porque tienen tanta memoria que ya no saben dónde ponerlas. Ignoro si la postura de la sociedad juarense respecto a las muertas es algo que se puede clasificar como buena o mala, como correcta o incorrecta, y que por ende se puede rectificar, corregir. Lo ignoro.

Hace poco leí un artículo académico sobre Pálido Caballo, Pálido Jinete, un libro de la escritora Katherine Anne Porter, publicado en 1939. Pálido Caballo, Pálido Jinete es un libro que trata sobre el brote de influenza en Estados Unidos en 1918. La novela comienza de la siguiente manera: Miranda tiene una pesadilla, en la cual se ve a sí misma en cabalgata alejándose del jinete, la muerte (en este caso en forma de influenza), quien hasta el momento ha matado al abuelo de Miranda, a su primo y un par de mascotas. En general, el libro trata sobre el romance entre Miranda, una reportera de Denver, y Adam Barclay, un joven soldado, quien muere a causa de la influenza. Pálido Caballo, Pálido Jinete es un libro basado en las experiencias personales de Katherine Anne Porter como sobreviviente del brote de influenza, que, según Davis, es muy importante, ya que antes de la amenaza de un nuevo brote en 2009, la pandemia de influenza de 1918 había desparecido de la memoria cultural. Esta pandemia fue, según Davis, la mayor catástrofe en cuestión de salud pública en la historia moderna – el más letal asesino en la época moderna. Según Davis, la pandemia de influenza de 1918 provocó más muertes que cualquier otra enfermedad, incluyendo  la tuberculosas, la viruela y la peste bubónica. Infectó a más del cuarenta por ciento de americanos y mató cerca de 670 mil personas. Y sin embargo todo este horror y muerte no se recuerdan en absoluto, casi como si nunca hubiesen sucedido. Sólo se recordaban las muertes de la Primera Guerra Mundial. Pálido Caballo, Pálido Jinete es una importante referencia sobre un episodio de la historia americana que nadie recuerda.

Algo así es el caso de Juárez con  las muertas.

¿Por qué?

En su artículo Davis propone la idea del trauma. Según Cathy Caruth (quien también es mencionada en el artículo de Davis) es una “herida en la mente” que  pasa demasiado rápido para ser completamente comprendida. Ahora, cuando un suceso masivo afecta a un gran sector de la población, como una guerra o una pandemia, la sociedad genera un trauma social. Según Davis, si un individuo experimenta un trauma, es más fácil tratar ese único trauma al hablar sobre él. A través de la conversación con gente con empatía, es más fácil llegar a lo que en griego se conoce como catarsis, un proceso de purificación de emociones, en el cual se liberan sentimientos negativos y perniciosos que se generan a causa de un trauma. Sin embargo, según Davis, cuando todo mundo sufre una experiencia traumática que necesite ser compartida y sanada, la liberación es mucha – tanta que no es viable.

¿Nuestro caso es quizá es parecido?

Que no quepa duda: Las Muertas están ahí, las cruces están ahí, las tumbas están ahí, los testimonios están ahí, las familias están ahí, y, como el cuervo del poema de Edgar Allan Poe, todo este dolor nunca se irá. Las Muertas desde sus tumbas claman por justicia, por sosiego. Pero quizá somos nosotros, los sobrevivientes, los vivos, la sociedad que aún respira y camina y piensa y siente, somos los que necesitamos la ayuda de manera más inmediata y así poder ayudar a quienes no conocieron justicia en su vida. Quizá estemos traumatizados y tantas mujeres, tantas violaciones, tanto llanto, tanto dolor, fue como una espada que nos dejó con una herida en la mente, en la memoria colectiva. Quizá, como sugiera Davis, necesitemos una especie de catarsis para que aquellas muertes no sigan sin esclarecer. Quizá necesitemos escuchar aquello que hemos ignorado por dolor todo este tiempo. Quizá ya sea hora de desenterrar a nuestras mujeres para escuchar aquello que tengan que decirnos antes de regresar al descanso de la muerte.  

Davis, en su artículo, dice sobre la pandemia de influenza en EU, que si ésta se fuese a recordar, sería en casos individuales y a través de historias personales e íntimas compartidas en familia. Agrega: la narrativa sirve como un medio de recuperación, permitiendo a los sobrevivientes recuperar su identidad y permitiendo a los oyentes experimentar el trauma con empatía. Pálido Caballo, Pálido Jinete comunica el trauma de la enfermedad al lector. En un trabajo literario, a diferencia de un libro de texto, el lector puede experimentar una parte de la experiencia traumática, con el fin de sanar. Quizá ése pueda ser un muy buen primer paso. ¿Un libro literario sobre las muertas de Juárez? No hay que ir más lejos. 2666 es una novela de Roberto Bolaño, publicada en 2004, que trata precisamente sobre las muertas de Juárez y, a la par, sobre el por qué de las muertas de Juárez. Una novela con consciencia social y humana que es, además, una obra maestra de la literatura norteamericana a pesar de su juventud. Una novela esencial.

Davis, David. “The Forgotten Apocalypse: Katherine Anne Porter's
            "Pale Horse, Pale Rider," Traumatic Memory,
             and the Influenza Pandemic of 1918.”
             Southern Literary Journal
             2.43 (2011): 55-74. Web. 15 enero del 2014.